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El desempeño del sistema alimentario mundial en el último siglo ha sido extraordinario. Los agricultores, fabricantes, comercializadores, vendedores minoristas y demás agentes han sido capaces de alimentar a una población mundial que creció de 1600 millones en 1900 a casi 7600 millones en 2020 , al tiempo que han logrado reducir los precios reales de los alimentos.

Durante ese período, mejoraron las cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria: disponibilidad, acceso, confiabilidad y suficiencia de nutrientes.

Los sistemas alimentarios de todo el mundo tienen un valor de mercado de alrededor de USD 10 billones al año. Sin embargo, generan entre USD 6 billones y USD 12 billones anuales en costos sociales, económicos y ambientales ocultos. Los costos vinculados con la extinción de animales, la malnutrición, la contaminación, las enfermedades transmitidas por alimentos y otros problemas seguirán aumentando en un escenario sin cambios, mientras se continúa alimentando a una creciente población mundial. El desafío es aún mayor si se tienen en cuenta los riesgos, que van desde los efectos del cambio climático hasta las pandemias y están vinculados con la degradación de los ecosistemas, las dietas poco saludables e inseguras y el aumento de la densidad de población urbana.

La Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios, celebrada en septiembre del 2021, constituye un momento crucial para promover y ampliar iniciativas y soluciones que puedan transformar los sistemas alimentarios en beneficio del mundo. Estos sistemas deben cambiar de forma rápida y fundamental para ser más regenerativos, resilientes e inclusivos, y con el fin de aumentar, al mismo tiempo, el suministro de alimentos para otros 2000 millones de personas de aquí a 2050.

Reformar la manera en que producimos, transportamos, procesamos, comerciamos, regulamos y consumimos alimentos, así como las inversiones conexas, puede ayudar a abordar los desafíos más acuciantes de nuestra generación.

Muchas de las soluciones técnicas son conocidas. Los investigadores de CGIAR y de otros ámbitos han perfeccionado métodos para reducir el metano proveniente del arroz y del ganado y almacenar más carbono en el suelo mediante una mejor gestión de las tierras de cultivo y los pastizales. La incorporación de árboles y arbustos en las explotaciones agrícolas puede proporcionar fertilizantes orgánicos y alimentos, lo que reduce la necesidad de insumos químicos y, al mismo tiempo, aumenta el rendimiento, proporciona hábitats para insectos beneficiosos y contribuye a la captura del carbono. Por otra parte, las inversiones en caminos mejorados, el almacenamiento en frío y la economía circular son alternativas prometedoras para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos.

El potencial de cambio positivo es tan grande que ya no podemos ignorar el financiamiento de los sistemas alimentarios como parte de nuestro camino hacia un desarrollo verde, resiliente e inclusivo.

FUENTE: www.blogs.worldbank.org